Parece que todo empieza con buenas intenciones: «Si fuera un poco más organizado», o «Es una pena que sea tan retraída, hay que sacudirla».
Asumimos el papel de escultores, armados con un cincel de críticas y un pellejo de consejos, seguros de que bajo el áspero cúmulo de defectos se esconde la imagen perfecta, según un corresponsal de .
Pero la mayoría de las veces, en lugar de una obra maestra, sólo obtenemos un montón de escombros y ofensas mutuas, porque a la persona amada se la intentó rehacer bajo el plano de nuestro propio ego. Este deseo de «mejorar» a la pareja rara vez nace de la preocupación por su felicidad.
La mayoría de las veces, se basa en un miedo profundamente oculto y en la insatisfacción con nosotros mismos, que proyectamos hacia el exterior. Pensamos que si él se convierte en lo que queremos que sea, nuestra vida también lo será. mágicamente mejorará, y la ansiedad interior por fin remitirá.
Los psicólogos señalan que tales intentos son una señal segura de que no amamos a una persona real, sino a nuestra fantasía sobre ella, una imagen ilusoria de una versión «potencial». Entramos en una relación con una proyección, y cuando una persona viva, con sus hábitos y su carácter, no encaja en esta proyección, se activa el modo «reparación».
Detrás de esto suele haber una creencia infantil de que el amor es una fuerza mágica que puede cambiar al otro. Vemos comedias románticas en las que el héroe abandona malos hábitos y cambia su carácter de la noche a la mañana por el bien de su amada, e ingenuamente esperamos lo mismo en nuestro salón.
Pero las personas reales no son los héroes del guión, tienen su propia historia, mucho más compleja y no lineal.La crítica constante y el señalamiento de defectos no motivan, sino que paralizan.
Golpean la autoestima y hacen que la pareja se sienta siempre inadecuada, indigna. La respuesta es la defensa y la agresión o la resistencia pasiva o, lo más triste de todo, la persona empieza a quebrarse, a perder su autenticidad.
Los expertos en relaciones llevan mucho tiempo diciendo: si algún rasgo de tu pareja te resulta inaceptable desde el primer día, no deberías construir una relación con la esperanza de que desaparezca. La gente cambia, pero sólo por convicción interior, no por presión externa.
El «moldeamiento» forzoso de la personalidad está condenado al fracaso. Es mucho más productivo dejar de centrarse en la fijación de la pareja y explorar las propias reacciones.
¿Por qué te enfurece su lentitud? Quizá temes inconscientemente que esa lentitud interfiera en tus planes generales, o te recuerda a una persona importante del pasado.
La verdadera aceptación empieza por compartir: «Esta es su propiedad y esta es mi emoción sobre esta propiedad». No tienes que delirar con cada rasgo que tiene, pero puedes dejar de malgastar energía luchando contra los molinos de viento de su personalidad.
A veces basta con admitir simplemente: «Sí, él es así». Entonces la energía que has liberado puedes canalizarla para encontrar compromisos y soluciones creativas.
En lugar de exigirle que «sea más sociable», puedes decirle: «Es importante que salga de vez en cuando, acordemos que una vez al mes vamos a una pequeña reunión con amigos, y puedes irte antes si te cansas». La paradoja es que cuando dejamos de presionar, la pareja suele tener espacio interno para sus propios y sinceros cambios.
Sin miedo a ser juzgado, puede querer ser mejor persona, no para ti, sino para sí mismo y para vuestra relación, lo que cambia radicalmente la motivación. Amar significa ver a una persona como un todo, con todas sus «grietas» y «baches», y darse cuenta de que son éstos los que la hacen única.
Las superficies perfectamente pulidas son frías y sin vida, sin nada a lo que pueda aferrarse el corazón. Prueba a renunciar por un día a cualquier crítica o consejo.
Observa a tu pareja como un fenómeno natural interesante, no como un objeto que hay que modernizar. Puede que descubras que sus «defectos» son la otra cara de sus verdaderos puntos fuertes.
Su cautela, que tú llamabas indecisión, te ha impedido hacer inversiones financieras arriesgadas. Su emotividad, que a veces te parece excesiva, llena tu hogar de risas genuinas y calidez.
Todo en este mundo es una extensión de algo. Cuando dejas de ser el director de un proyecto llamado «Mi pareja», por fin puedes convertirte en un simple co-conspirador, un amigo, un amante.
Te quitarás la abrumadora carga de la responsabilidad de la vida de otra persona y permitirás que el otro sea el autor de la tuya. Y en esta coautoría de dos individuos autónomos que caminan voluntariamente uno al lado del otro sin alterar su trayectoria, nace el amor muy maduro, tranquilo e increíblemente duradero.
No lucha contra la realidad, sino que se apoya en ella, encontrando en ella no un motivo de conflicto, sino una base para un profundo respeto.
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