Por qué no podemos concentrarnos: sabotaje silencioso en la era del pensamiento de camarilla

Cuando te sientas a trabajar, a los cinco minutos te das cuenta de que llevas la mano al teléfono y tus pensamientos se desvían.

No se trata sólo de falta de disciplina: es un síntoma de una época en la que nuestros cerebros han sido entrenados para sumergirse, informa .

La concentración es un músculo que se atrofia sin entrenamiento, y el entorno moderno crea condiciones de grave deficiencia para ella.

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El principal enemigo de la concentración es la ilusión de la multitarea. Al alternar entre el chat, el correo y el informe, no hacemos tres cosas a la vez, sino que cambiamos rápidamente de enfoque, malgastando recursos cada vez que recargamos. La calidad de cada tarea disminuye y aumenta la sensación de fatiga y distracción. El cerebro, en sentido figurado, funciona como una débil linterna que intenta iluminar toda la habitación a la vez, pero al final no puede ver nada en absoluto.

El ruido externo es sólo la mitad del problema. El diálogo interno, el flujo de pensamientos ansiosos o simplemente aleatorios, es lo que más a menudo descarrila la concentración. Las prácticas de atención plena y meditación te enseñan a no detener este flujo, sino a devolver suavemente tu atención a un punto, como la respiración. Es como adiestrar a un cachorro: lo llevas pacientemente a la alfombra y, con el tiempo, empieza a obedecer.

Los ejercicios sencillos, casi infantiles, pueden ser un gran ejercicio. Prueba a sentarte y permanecer en silencio durante cinco minutos sin moverte, concentrándote sólo en la quietud. O lee una página de texto y luego vuelve a contar su esencia en detalle. Esto será difícil al principio, pero es el propio «bombeo» de la atención. Yo empecé con dos minutos de silencio por la mañana, y ahora me resulta más fácil sumergirme en mi trabajo sin distraerme con cada señal de mensajería.

La clave de la concentración no está en la voluntad de hierro, sino en organizar tu entorno y economizar tu cerebro. Elimina las distracciones mientras trabajas, haz pequeñas pausas para «resetear» tu atención y no te culpes por los «parones». El cerebro no está diseñado para ocho horas de concentración ininterrumpida.

La capacidad de concentrarse profundamente no es sólo una habilidad laboral, es una forma de libertad. Libertad frente a los dictados de las notificaciones, frente a tu propia mente errante, frente a una percepción superficial del mundo. Al cultivar esta habilidad, recuperas el derecho a estar plenamente presente en lo que haces, y ésa es quizá la moneda más valiosa en nuestro mundo sobrecargado de información.

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