La palabra «perdonar» es aquí demasiado simplista y unilateral.
Se trata más bien de atravesar el infierno de la traición y encontrar la fuerza para construir una nueva relación con esa persona o dejarla marchar con dignidad, informa el corresponsal de .
No se trata de un acto de misericordia de un solo paso, sino de un maratón largo y agotador, en el que la meta no es la vuelta al pasado, sino el nacimiento de una nueva realidad. Lo primero que hay que comprender es que la decisión de quedarse no es una debilidad, sino una elección que requiere una enorme fuerza.
Debe ser consciente, no impulsada por el miedo a la soledad, la dependencia económica o la lástima. Se basa en responder a dos preguntas: por qué ocurrió y qué están dispuestos a cambiar ambos para evitar que vuelva a ocurrir.
Los terapeutas que trabajan con crisis de confianza subrayan: la infidelidad rara vez es la causa de una ruptura. Es un síntoma de un problema sistémico en la relación: intimidad perdida, resentimientos acumulados, necesidades no expresadas.
Sin abrir esta «pústula», el perdón se convierte simplemente en poner masilla sobre una grieta que inevitablemente volverá a brotar. El proceso de restauración comienza con el cese completo de todas las mentiras.
Hay que poner todas las cartas sobre la mesa, responder a las preguntas con sinceridad, aunque duelan. Las medias verdades o la ocultación de detalles colocan una mina de tiempo bajo el futuro, volviéndolo fantasmal.
El que engañó debe responsabilizarse al 100% de lo que hizo. Explicaciones sí, excusas no.
Frases como «no me entendiste» o «no tuvimos sexo» trasladan la culpa a la pareja, haciéndola cómplice de su propia traición. Es un callejón sin salida.
Se imponen por primera vez nuevas reglas del juego muy estrictas: transparencia total, acceso a las comunicaciones, quizás un rechazo temporal de algunos tipos de socialización. No se trata de una condena eterna, sino de «muletas» para la confianza rota, que luego pueden desecharse.
Está prohibido utilizar el engaño como moneda de cambio en futuras discusiones. Si decides quedarte, entonces estás trabajando en el futuro, no manteniendo a tu pareja en una deuda eterna.
Las recriminaciones constantes anulan todo el duro trabajo de reconstrucción. La ayuda externa es esencial: un psicólogo que actúe como testigo imparcial y guíe en el dolor.
No dejará que te estanques en los papeles de «víctima» y «verdugo», sino que te ayudará a convertir la experiencia traumática en material para el crecimiento.
Están muertas. El objetivo es crear otras nuevas, sobre una base diferente, teniendo en cuenta toda la brutal verdad.
Serán personas diferentes y una unión diferente, quizá más honesta, pero definitivamente más frágil y necesitada de un manejo cuidadoso. A veces, en este proceso te das cuenta de que puedes perdonar, pero no puedes seguir juntos.
La confianza es como el cristal: puedes volver a pegarla, pero las grietas siempre serán visibles y la integridad no será la misma. Y esto también es un resultado digno y valiente.
Si se construye un nuevo puente, suele ser más fuerte que el antiguo porque habéis pasado por lo peor y no os habéis dispersado. Conocéis los lados oscuros del otro y los habéis aceptado.
Pero esta no es una historia que deba contarse como modelo a seguir. Es una elección personal y difícil, cuyo precio sólo conocéis vosotros dos.
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