Todo el mundo sabe que el compost debe removerse periódicamente para proporcionar oxígeno a los microorganismos.
Pero este duro trabajo disuade a mucha gente de crear su propio humus, condenándola a comprar bolsas de contenido desconocido, según un corresponsal de .
Hay una forma elegante de prescindir de los agotadores transbordos, utilizando una simple malla metálica. De ella se enrolla un cilindro de un metro de diámetro y se coloca directamente sobre el suelo en un lugar sombreado.
En esta improvisada jaula se colocan por capas todos los residuos orgánicos: restos de limpieza de la cocina, recortes de césped, ramas finas. La malla impide que la pila se extienda, pero proporciona una perfecta aireación lateral en toda su altura.
El oxígeno entra en la masa compostada no sólo desde arriba, como en una fosa, sino desde todos los lados, lo que acelera muchas veces el proceso. La estructura de la pila permanece estable, no se apelmaza ni compacta.
Al cabo de una temporada, cuando las capas inferiores ya se han convertido en una masa oscura y desmenuzable, basta con levantar la red y retirarla. El compost está casi listo, y sólo hay que tamizarlo un poco.
Las capas superiores, no completamente descompuestas, sirven de semilla para el siguiente ciclo. Se coloca la rejilla al lado y el proceso vuelve a empezar, haciéndose continuo y prácticamente sin residuos.
Este método elimina la necesidad de construir cubos de tres secciones y transportar pesadas cargas de un lugar a otro. El compost madura donde lo pones, sin esfuerzo adicional por tu parte.
Una pila así nunca se estropea por exceso de humedad: el exceso se escurre hacia el suelo. En caso de sequía, es fácil regarlo sin miedo a crear un pantano.
A veces, las soluciones más eficaces no se encuentran en el ámbito de las tecnologías complejas, sino en la simple comprensión de los procesos naturales. Basta con ayudar un poco a la naturaleza para que ella misma haga la mayor parte del trabajo.
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