Parece ilógico regar un jardín cuando las hojas han caído, el movimiento de la savia se ha detenido y la naturaleza se prepara para su sueño invernal.
Pero es este último riego de la temporada el que a menudo resulta decisivo para la supervivencia de los árboles frutales en el duro periodo, informa el corresponsal de .
El suelo seco se hiela a gran profundidad y con gran fuerza, capaz de desgarrar las raíces pequeñas. El suelo húmedo, sin embargo, debido a la alta capacidad calorífica del agua, se enfría más lentamente y suaviza el golpe de las heladas para la parte subterránea de la planta.
El riego no se lleva a cabo cuando conviene, sino estrictamente después de la caída de las hojas y el enfriamiento constante, pero antes de heladas graves. El objetivo es empapar el suelo hasta una profundidad de 50-70 centímetros, lo que puede equivaler a 15-20 cubos de agua para un árbol adulto.
No vale la pena echarlo todo en los alcorques, las raíces se extienden mucho más allá de la proyección de la copa. Es más sensato hacer algunos agujeros en el suelo alrededor del perímetro o utilizar un sistema de riego por goteo, encendiéndolo durante unas horas.
Esta técnica es fundamental para las plántulas jóvenes, cuyo sistema radicular es aún poco profundo, y para todos los cultivos de hueso, cuyas raíces sufren a menudo la desecación invernal. Los manzanos y los perales también responden a estos cuidados con un mejor arranque en primavera.
Tras este riego, el círculo limítrofe debe cubrirse necesariamente con una gruesa capa de compost o serrín sobremadurado. El mantillo evitará que la humedad se evapore rápidamente bajo los vientos invernales y consolidará el resultado.
Muchos jardineros ignoran este procedimiento, confiando en las lluvias de otoño. Pero incluso las lluvias torrenciales rara vez empapan el suelo a la profundidad adecuada, sobre todo bajo una copa extendida, que funciona como un paraguas.
Dedicando medio día a esta pausada tarea, estarás proporcionando a tu jardín su recurso invernal más valioso: el agua. Es una póliza de seguro que el ojo no ve, pero que las raíces seguro que agradecen en un día helado y sin nieve.
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