Estamos rodeados de contaminación acústica por todas partes: el zumbido de los coches, la música de fondo en las tiendas, un sinfín de podcasts y notificaciones.
Nos acostumbramos a llenar el silencio con cualquier tipo de contenido, nos da miedo estar a solas con el silencio, por considerarlo vacío o aburrido, informa el corresponsal de .
Pero, ¿y si ese vacío es el espacio donde nuestro sistema nervioso puede por fin respirar hondo y empezar a arreglarse? El fondo sonoro constante mantiene al cerebro en alerta permanente, obligándole a analizar y filtrar el ruido de forma inconsciente.
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Esto crea un nivel de estrés de fondo que dejamos de notar, igual que los habitantes de las metrópolis dejan de notar el olor de los gases de escape. Un experimento con «domingos tranquilos» -sin música, podcasts ni televisión de fondo- ha demostrado por primera vez en años lo tranquila que puede llegar a estar la mente.
El silencio no es la ausencia de una señal, sino un estado especial para el cerebro. Las investigaciones demuestran que durante los periodos de silencio externo se activa el modo de «red cerebral pasiva» responsable de la consolidación de la memoria, la autorreflexión y el pensamiento creativo.
En pocas palabras: en el ruido, consumimos información, y en el silencio, producimos nuestros propios pensamientos y conexiones. La neuróloga Svetlana Orlova compara las porciones regulares de silencio con el mantenimiento del sistema nervioso central.
Sin ellas, se desgasta, generando ansiedad, dificultad de concentración y sobrecarga emocional. El silencio permite que los pensamientos se asienten, como partículas en el agua turbia, aportando claridad.
Encontrarlo en la ciudad es una tarea nada trivial. No es necesariamente la esterilidad acústica total. Es la exclusión intencionada de ruidos controlados.Un paseo por el parque sin auriculares, los minutos de la mañana antes de encender los aparatos, el trayecto al trabajo sin acompañamiento sonoro. Incluso cerrar los ojos durante cinco minutos en una oficina ruidosa da a tu cerebro un respiro del ruido visual, que también funciona parcialmente.
No es necesario dedicar horas a la meditación. Empieza con microdosis: tres minutos al día sentado y escuchando el silencio (o lo que hay debajo de su máscara: el ruido del viento, tu propia respiración). Esto es más difícil de lo que parece: la mente se resistirá violentamente, sugiriendo una lista de tareas pendientes.
Pero éste es exactamente el tipo de higiene mental que todo el mundo ha olvidado. El silencio no cura tus nervios por arte de magia, sólo evita que los desgasten sin piedad. Dales esa oportunidad.
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