La idea de alimentar las plantas con levadura parece tentadora: barata, respetuosa con el medio ambiente y, a juzgar por las buenas críticas, increíblemente eficaz.
Sin embargo, a menudo se malinterpreta el mecanismo de acción de este remedio, del que se esperan milagros, informa el corresponsal de .
Las levaduras no son fertilizantes en el sentido literal de la palabra. Prácticamente no contienen el nitrógeno, el fósforo ni el potasio necesarios para el crecimiento. Su valor reside en otra cosa: son hongos activos que, una vez en el suelo, se convierten en catalizadores de la vida.
Procesan la materia orgánica del suelo, liberan dióxido de carbono y ayudan a movilizar elementos de difícil acceso para las plantas. En esencia, las levaduras revitalizan la microflora del suelo, pero para ello necesitan alimento.
Si aplicas una solución de levadura a un suelo pobre y empobrecido en el que hay pocos residuos orgánicos, no tendrá ningún efecto. Los hongos simplemente no tendrán nada que procesar y morirán rápidamente.
Por lo tanto, los abonos de levadura sólo funcionan en lechos orgánicos bien rellenos o necesariamente emparejados con una fuente de carbono. Por ejemplo, a menudo se añade azúcar o mermelada vieja a la solución para dar a los hongos una energía de arranque.
La solución se prepara a razón de 10 gramos de levadura seca y 5 cucharadas de azúcar por diez litros de agua tibia. La mezcla se deja en infusión durante varias horas en caliente y luego se diluye una a cinco antes de regar.
Riega tal «infusión» estrictamente bajo la raíz y sólo con tierra bien caliente. La tierra fría matará los hongos de levadura y todos los esfuerzos serán en vano.
El efecto se nota sobre todo en las plántulas y plantas jóvenes después de plantarlas: arraigan mejor y empiezan a crecer. Los pepinos y los tomates de invernadero también responden a esta alimentación con una formación más activa de ovarios.
Pero no hay que abusar de este método. La levadura absorbe activamente potasio y calcio del suelo en el proceso de su actividad vital. La aplicación frecuente de levadura sin reposición posterior de estos elementos empobrece el suelo.
Después de una o dos fertilizaciones con levadura por temporada, asegúrate de incorporar ceniza o un fertilizante mineral potásico al suelo. Así se mantiene el equilibrio y se evita que se produzcan carencias.
Las levaduras no son una panacea, sino un bioestimulante interesante que puede dar un impulso al desarrollo. Pero no sustituyen a una buena nutrición, un buen suelo y unos cuidados competentes. Es como las vitaminas para los humanos: ayudan, pero no alimentan.
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